Copito
2012-07-07 Te llamé Copito por lo blanquito de tu pelaje. Eras totalmente blanco con dos o tres pelitos negros en tu ojito izquierdo. Siempre me preguntaba si éstos se convertirían en un gracioso lunar…
Llegaste con los ojos fatal y con una gran infección que te impedía ver pero con un hambre voraz. Tomabas biberón con tanta ansia que me rompiste varias tetinas y siempre acaba con las manos llenas de arañazos de tus diminutas patitas. Temía que te quedaras ciego pero un día, esos ojitos azulitos que tenías, se abrieron y comenzaste a ver y también a comer por ti solo. Tenías una mirada peculiar: todavía te quedaba algo de secuelas después de la terrible infección que habías pasado.
Ayer te llevé al veterinario y me confirmó que estabas listo para ser adoptado. Esta mañana comiste con ganas y comenzaste a jugar con tus hermanitos como buen bebé que eras. Tenía el balcón abierto y te vi varias veces escalando la gran planta que tengo apoyada a la barandilla. Te bajé dos veces ante el peligro que suponía pero no, tonta de mí, nunca pensé que te podrías caer. Seguí cambiando areneros, limpiando la casa confiada; pero te busqué y no te vi…
Me asomé al balcón no queriendo pensar lo que estaba pensando: allí abajo yacía tu cuerpecito diminuto, inerte. Bajé como un rayo deseando que te quedara todavía un halo de vida pero no, no era ya posible. Habías muerto, de la manera más tonta, como suelen ocurrir muchas muertes.
No puedo describir el dolor y la impotencia que sentí cuando te cogí y todavía estabas calentito y suave como un algoncito. No me lo podía creer y estuve un buen rato mirándote incrédula ante la evidencia de tu muerte.
Ahora sólo quiero que quitarme esa terrible imagen. Eras demasiado pequeñito para morir y te esperaba una gran vida pero, no sé, mi imprudencia, el destino, qué se yo… lo quiso así. Espero que con el tiempo pueda recordarte como tú eras: un guerrero, un luchador, un gatito lleno de vida.
Yo creo que existe algún lugar parecido a lo que creemos que es cielo; y si existe, allí nos encontraremos junto con todos los animalitos, personas queridas que nos han dejado. Me esperarás reluciente, con tu pelaje de armiño, con tus ojillos traviesos… reclamando algo de comida. Estoy segura.
Lo siento Copito. Sólo quería darte una buena vida…
Te recordaré siempre.
Llegaste con los ojos fatal y con una gran infección que te impedía ver pero con un hambre voraz. Tomabas biberón con tanta ansia que me rompiste varias tetinas y siempre acaba con las manos llenas de arañazos de tus diminutas patitas. Temía que te quedaras ciego pero un día, esos ojitos azulitos que tenías, se abrieron y comenzaste a ver y también a comer por ti solo. Tenías una mirada peculiar: todavía te quedaba algo de secuelas después de la terrible infección que habías pasado.
Ayer te llevé al veterinario y me confirmó que estabas listo para ser adoptado. Esta mañana comiste con ganas y comenzaste a jugar con tus hermanitos como buen bebé que eras. Tenía el balcón abierto y te vi varias veces escalando la gran planta que tengo apoyada a la barandilla. Te bajé dos veces ante el peligro que suponía pero no, tonta de mí, nunca pensé que te podrías caer. Seguí cambiando areneros, limpiando la casa confiada; pero te busqué y no te vi…
Me asomé al balcón no queriendo pensar lo que estaba pensando: allí abajo yacía tu cuerpecito diminuto, inerte. Bajé como un rayo deseando que te quedara todavía un halo de vida pero no, no era ya posible. Habías muerto, de la manera más tonta, como suelen ocurrir muchas muertes.
No puedo describir el dolor y la impotencia que sentí cuando te cogí y todavía estabas calentito y suave como un algoncito. No me lo podía creer y estuve un buen rato mirándote incrédula ante la evidencia de tu muerte.
Ahora sólo quiero que quitarme esa terrible imagen. Eras demasiado pequeñito para morir y te esperaba una gran vida pero, no sé, mi imprudencia, el destino, qué se yo… lo quiso así. Espero que con el tiempo pueda recordarte como tú eras: un guerrero, un luchador, un gatito lleno de vida.
Yo creo que existe algún lugar parecido a lo que creemos que es cielo; y si existe, allí nos encontraremos junto con todos los animalitos, personas queridas que nos han dejado. Me esperarás reluciente, con tu pelaje de armiño, con tus ojillos traviesos… reclamando algo de comida. Estoy segura.
Lo siento Copito. Sólo quería darte una buena vida…
Te recordaré siempre.